En la discoteca

En la discoteca

Por María Misarello


Finalmente llegamos a la discoteca, donde nos encontramos con la típica escena de una entrada de discoteca: los porteros imponentes controlando el acceso, la cola de gente ansiosa por entrar y la música pulsando desde el interior como un latido constante.

Uno de los porteros destacaba entre los demás por su imponente estatura y su aspecto fornido. Con un traje negro ajustado que resaltaba sus músculos bien definidos y un gesto serio que dejaba claro que no se andaba con tonterías, era el guardián de la puerta que no admitía discusiones. Sus ojos oscuros escudriñaban a cada persona que intentaba entrar, evaluando su aspecto y su actitud con una mirada penetrante que imponía respeto.

En la cola de gente ansiosa por entrar, se podía ver a un grupo de amigos que charlaban animadamente mientras esperaban su turno. Entre ellos destacaba Carlos, un chico de aspecto desenfadado y sonrisa traviesa que irradiaba simpatía y buen rollo. Vestido con unos vaqueros ajustados y una camiseta estampada, su estilo informal pero atractivo lo hacía destacar entre la multitud. Con un gesto juguetón, se acercaba a las chicas que pasaban a su lado, intentando iniciar conversaciones con su característico encanto.

En la fila justo detrás de Carlos, se encontraba Ana, una chica elegante y sofisticada que destacaba por su porte distinguido y su mirada segura. Con un vestido ceñido que realzaba sus curvas y unos tacones altos que hacían que su figura pareciera aún más esbelta, Ana emanaba confianza y elegancia. Su cabello oscuro estaba recogido en un elegante moño, y sus labios pintados de rojo intenso añadían un toque de seducción a su apariencia impecable.

Mientras la música pulsaba desde el interior de la discoteca, la atmósfera estaba cargada de anticipación y emoción. La energía de la noche fluía por las calles, atrayendo a personas de todas partes en busca de diversión y aventura. Y mientras nos preparábamos para entrar en el mundo de luces y sonidos que nos esperaba dentro, no podíamos evitar sentirnos emocionadas por lo que la noche nos depararía.

La noche en Madrid siempre tiene un encanto especial, especialmente los sábados cuando las calles del centro se llenan de vida y diversión. Con mis amigas a mi lado, todas radiantes y listas para la fiesta, nos dirigimos hacia uno de los bares de moda de la ciudad.

Marta es una belleza con una preciosa melena castaña ondulada que cae en cascada sobre sus hombros. Tiene unos grandes ojos color avellana que destellan picardía y una sonrisa deslumbrante que ilumina cualquier habitación. Su vestimenta, siempre impecable, consiste esta noche en un ajustado vestido negro que resalta sus curvas con elegancia, combinado con unos tacones altos que hacen que su figura parezca aún más esbelta y estilizada. Y oye, hace que su espectacular culo sea una atracción para los hombres y mujeres que nos cruzamos.

Laura es una rubia explosiva de largo pelo. Es de las personas más inteligentes que conozco, lo que echa por tierra la teoría o leyenda urbana de que las rubias tienden a ser tontas. Tiene, como no, los ojos azules. Con su risa contagiosa, que anima a todos a su alrededor, Laura es la vida de la fiesta. Va con unos vaqueros ajustados que realzan sus interminables piernas, combinados con una blusa vaporosa muy escotada, poniendo a la vista más de la mitad de sus duros pechos. En otra ocasión te explicaré cómo sé que sus tetas son duras y, añado, muy suaves al tacto. Y son naturales, que lo sepas.

Sofía y yo nos parecemos mucho. Mucha gente piensa que somos hermanas. Ella es más morena de piel que yo. Su cabello negro de media melena tiene un brillo muy sedoso. Con unos labios carnosos que curvan una sonrisa encantadora y una mirada penetrante que transmite confianza y determinación, Sofía es muy sexy. Es un bombón. Esta noche viste una falda ceñida que resalta sus caderas y una blusa escotada que deja ver su piel bronceada.

Yo, como ya he dicho, soy muy parecida a Sofía. Si acaso, con más tetas y menos labios. Llevo también falda ceñida, cinturón ancho y camiseta de Moschino porque tiendo a ser un poco pija.

Formamos un cuarteto muy follable, tanto en conjunto como a nivel individual. Y, aunque soy hetero, no puedo dejar de estremecerme ligeramente al observar el culo de Marta, las tetas de Laura y los espectaculares labios de Sofía.

Con esos pensamientos, mi delgada y carísima camiseta pija de Moschino no puede ocultar mis pezones, que, a estas alturas, ya son como dos puntas de lanza de los Masai.

Llamamos la atención dondequiera que vamos, irradiando confianza, estilo y diversión a partes iguales. Nos adentramos en la noche madrileña, camino hacia el bar de copas elegido, listas para conquistar la ciudad con nuestra belleza y nuestro encanto innegables.

El bar de copas nos recibe con una mezcla embriagadora de luces brillantes, risas contagiosas y el murmullo animado de la gente que llena las barras y las mesas. Muchas de las chicas que veo por allí son espectaculares, vestidas de forma muy sexy. Y los chicos y hombres, ¡joder con algunos de ellos! Tan guapos. macizos y bien arregladitos, que es imposible no sentirse atraída por su presencia.

Hoy, en principio, no voy de caza porque estoy con mis amigas. Decidiremos juntas si nuestras ganas de follar superarán nuestras ganas de mantenernos en grupo. ¿Y porqué no todo a la vez?. A veces hemos bromeado sobre ello, pero creo que debo ser yo, la más salida del grupo, la que apriete un poco sobre este asunto para que acabemos poniéndolo en práctica. Cuando eso suceda, no me cabe la menor duda que lo explicaré en un relato.

Te recuerdo que yo, María Misarello, escribo solamente cosas que he vivido en persona.

Con una sonrisa pícara en los labios, coqueteo con algunos tíos buenos con la mirada mientras hago un recorrido visual por el local. Es como un juego silencioso, un intercambio de miradas furtivas y sonrisas cómplices que añaden un toque de emoción a la noche. Aunque ya ves, puede ser un juego, pero noto que tengo ya un poco mojadas las bragas. Lo que tampoco significa gran cosa, porque yo me mojo muy fácilmente.

Sofía dice que no parece que sea un gran ambiente el que hay aquí. La verdad es que, aunque hay algún macizorro, la música no es muy buena. Decidimos irnos a una disco, donde solemos acabar nuestras fiestas, ya avanzada la madrugada.

Llegamos a la discoteca, donde nos encontramos con la típica escena de una entrada de discoteca: los porteros imponentes controlando el acceso, la cola de gente ansiosa por entrar y la música pulsando desde el interior como un latido constante.

Uno de los porteros destaca entre los demás por su estatura y su aspecto fornido. Con un traje negro ajustado que resalta sus músculos bien definidos y un gesto serio que deja claro que no se anda con tonterías, es el guardián de la puerta que no admite discusiones. Sus ojos oscuros escudriñan a cada persona que intenta entrar, evaluando su aspecto y su actitud con una mirada penetrante que impone respeto.

En la cola de gente que quiere entrar, veo grupos de amigos que charlan animadamente mientras esperan su turno. Chicos y chicas de aspecto desenfadado que irradian simpatía y buen rollo. Jóvenes elegantes y sofisticados con portes distinguidos y miradas seguras. Chicas con pantalones ceñidos que realzan sus culos y tops con escotes que casi no tapan sus tetas. Mucho maquillaje y brillantes pintalabios que susurran lo que saben hacer con sus bocas. El conjunto de la gente tiene un toque de atracción sexual por su apariencia impecable.

La música suena desde el interior, más fuerte cada vez que se abre la puerta. La atmósfera está cargada de anticipación y emoción. La energía de la noche fluye por las calles, atrayendo a personas de todas partes en busca de diversión y aventura. Y mientras nos preparamos para entrar en el mundo de luces y sonidos que nos espera dentro, no dejamos de hablar entre nosotras, criticar a tíos criticables y calificar a las chicas follables. Para ser calificada como follable deben tener una nota de 8 o más sobre 10.

Nos toca. Al pasar por al lado del portero que nos abre la puerta, fuerzo el roce planificado de mi brazo con el suyo. No ha sido tan excitante como esperaba, mas bien ha sido como rozarme con la columna del parking.

Una vez dentro, el ambiente de la discoteca es enérgico y contagioso. Las luces y los flashes sobre la pista de baile son un espectáculo hipnotizante. Hace que nos dejemos llevar por el ritmo de la música. El aire está impregnado de una mezcla embriagadora de perfumes y el sonido de las risas y conversaciones animadas llenan el espacio.

Bailamos y nos divertimos, hacemos tonterías y nos reímos mucho. Qué bien lo estoy pasando con mis amigas. Las quiero mucho. Actualmente son los grandes pilares de mi vida.

No puedo evitar seguir coqueteando con la mirada con los hombres apuestos que se encuentran en el local. El imán que tengo en la entrepierna me atrae hacia ellos. Pero estoy con mis amigas. Otro día será.

Mañana mismo seguro que será. No sé el momento del día ni con quien, pero con lo caliente que me voy a ir a casa, mañana me zumbo al primero que se me ponga a tiro.

Entre risas, bailes y coqueteos, he pasado una noche inolvidable, donde la magia de la noche y la compañía de mis buenas amigas me hace sentir feliz, viva y llena de energía.

Besos.

María Misarello en la discoteca

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